De tu vientre surge,
de tus
entrañas: un cuerpo
crucificado.
Como otra mitad (reflejo
y estructura).
Vestigio de esa gramática
escondida en el desorden.
Arquitectura y
deseo.
La arena
en su danza eterna
y olvidada no engendra sino cadáveres.
Figuras de ceniza
que recorren
cicatrices en el
cielo y en la piedra. Presagios.
Universos que se
pierden entre los dedos para alcanzar el centro de tu pubis.
Despertarnos; quemarnos
los ojos y las heridas.
Penetrar los
cuerpos. Hollar sus abismos.
Ciegos de rabia,
destrozar
alas y cuerpos
quemados . Flores secas, imágenes de ángeles y demonios.
Susurrar números
infinitamente.
Sabernos sólo rastros,
símbolos en la arena, fisuras en la oscuridad.
Sumergirnos en esa
angustia de la nada,
cerrar los ojos
en ese vórtice que lo absorbe todo.
La piel es pergamino y flor
de cerezo. Es escritura.
Es grieta, urgente y depredadora,
espiral que canibaliza
nuestros sueños.
Es oscuridad,
espacio no nato,
lienzo donde símbolos
y cicatrices cubren
nuestros cuerpos.
Donde el deseo reescribe
las injurias y la
cópula
en una constelación
infinita e indescifrable.
Es membrana,
laberinto,
pérdida y materia.
Cartografía de la agonía y la percepción.
Es Mapa. Imagen callada
y desnuda.