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martes, 30 de junio de 2015

Parásito

le corps est le corps, / il est seul…
·          Antonin Artaud

Adicción:
El cuerpo busca, con la boca cosida.
Con la mirada
viscosa de la necesidad. Busca y precisa.
            -substancia reescribiendo su figura-
Y despierta con sus fauces oscuras y opacas. Buscando el aire.

Extinción:
El cuerpo es recuerdo. Pero el rayo
no alcanza la carne desnuda, el cuerpo en pos de la muerte.
Carne sin aliento, carne muda.
Músculo
que se repliega en la pérdida, en la profundidad de un vientre derramado.

Resurrección:
La piel no acepta otra cosa que la aniquilación.
La bendición larval del amanecer. Y a través
de ella al recuerdo que el tiempo ni desgarra ni aniquila.
Esa memoria en carne restituida. Óxido en los llagados labios.
Beso y osamenta. Memoria como sexo marchito
(que se quebranta, que se extravía y desviste los miembros sin vida)
cuyo propósito es hollar la palabra:
Transitar esa líquida huella,
esa mineral mirada, esa cicatriz de cada boca dejada en la piel.


  • Angel María García Martiartu

lunes, 22 de junio de 2015

Noche: Humus y encarnación

...the sorrows we suffered and never were free.
               
-- Ian Curtis

Misterio, manos
surgiendo de la oscuridad.
Inútiles objetos.

Beso al ciempiés
de la noche, a su larga sombra.
Besos densos y oscuros,
grietas
nocturnas que alimentan mi cuerpo.

Amamanto
al lagarto, y el mapa
de mi deseo
 amanece en su piel correosa.
Caricias,
lujuria tatuada. Su topografía se hace visible como en un despertar.


  • Angel María García Martiartu

viernes, 24 de abril de 2015

La velocidad del hueso

no tener miedo a mostrar el hueso,
y perder la carne al pasar.
  •   Antonin Artaud


Ruinas y fantasmas, la piel es brisa.
El óxido es lo único que existe. Mapa hendido, surcado por la memoria,
por el resplandor infinito de la carne.

Bestias vertebradas de luz y oscuridad, animales invisibles.
Un cuerpo mineral, la carne invadida.
La adicción obedece al espejo. La avidez se abre paso
a través del cadáver. Terca, inyectada.
Cicatriz íntima que se precisa depredadora.
Recuerdo y sedimento donde la carne resucita.

Herrumbre y hueso, la huella abierta.
La grieta es el paisaje, la violenta geometría del caos,
el líquido despertar del animal.

  • Angel María García Martiartu

martes, 7 de abril de 2015

Cuerpo: erial, edén perdido

La luz es el primer animal visible de lo invisible  (José Lezama Lima)

Rasgar lo escondido, lo que se oculta. Leer la realidad
en las cenizas, en esa oscilación de lo
cotidiano en la que se atisba otra existencia.
Hurgar a través de un paisaje grieta, renegando de una estirpe.
Una nueva piel que brilla. Mutación y sierpe.

Hundir las manos en el vientre de un espejo y rescatar
un fémur oxidado, una oscuridad invisible.
Hundir las manos en esa piel líquida, palpar esa construcción migratoria,
alumbrar un corazón de pulpa y escombro, un rastro de sexo
con su caligrafía subterránea y devastadora.
Sentir su roce acuático, su aliento invisible fluir entre los miembros.
Sentir la carne, testigo que nos atormenta,
injertada en un cuerpo que agoniza a cada sueño. Esa carne
que es límite y se funde en la palabra,
que se pierde, íntima, en una piel tan profunda como el aire.

El dolor nos hace aterradoramente conscientes del tiempo,
lúcidos, sabedores de la duración de cada palabra,
de la métrica de cada susurro, del sabor de cada aliento desbastado;
nos convierte en ferozmente humanos. En animales invisibles
que despiertan en un eterno retorno. Un éxodo silencioso e inerte
en el tiempo de las lilas, de la muerte y resurrección de las semillas,
de la caída de un fruto tras otro. Imagen de la medida de lo que somos:
orígenes y tejido, lluvia y forja;
hueco, agujero ciego en el que nos reconocemos.

Obscenidad y neón. Luz suturada
y médula ardiendo. Otra realidad
se impone, una nueva carne emerge,
obsesión más allá de la piedra y el hueso.
Más allá; donde surge su amarga arquitectura.


  • Ángel María García Martiartu

miércoles, 11 de marzo de 2015

Transustanciación

Amanecer
es un agujero infinito
en el que mi cuerpo es ofrecido al mundo.
Una madriguera, una boca hambrienta
que despliega en la noche su ritual femenino y salvaje.

Un baile atávico despierta. Movimientos
multiplicados en una reverberación infinita.
Dermis. Umbral.
Resplandor cosido a cada quebranto,
a cada recuerdo, a cada cuerpo devorado.
Un animal ancestral sucumbe a cada cambio, tatuado de melancolía.
Y ese destello agoniza en un reflejo sometido, una cuna desordenada,
oculta y mortuoria, en la que un monstruo
de inercia y confusión se desdibuja para emerger desde el fondo.

Mi cuerpo se rinde ante su propia gramática como un asesino;
entre el alarido del mimo y el trazo sumergido en los espejos,
deshaciéndose en el calor ya olvidado de las caricias,
en pentagramas como bosques, en el movimiento de las bandadas
de los pájaros en el cielo donde dibuja su esencia y despedaza el aire.
Recitando, lascivo, una letanía mientras se desvanece su hechura.
Perdido en el paisaje espectral de la carne. Perdido. Metamorfosis y heridas.

Eternidad y equilibrio. Y el tiempo marchito.
Un cuerpo tras otro asolándose. Dejándonos atrás: una visión, una frontera,
el sonido de una vocal derrumbándose.
Mi imagen se desnuda, sin palabras, confusa. Redención y remordimiento
dibujados en su reflejo; idéntica e inexacta, totalmente nueva.
Es la derrota de la carne. Su adicción, su dolor. Su locura.
Caos, escritura intestina, raíz y proporción: huecos, sueños y memoria
cosidos a una entropía aterradora que rige nuestras vidas.
Una capitulación cambiante y angulosa.
Mi piel, coordenada caótica y salvaje. Mi piel como un grito.


§  Ángel María García Martiartu

viernes, 30 de enero de 2015

Lienzo, quimera y tiempo

De tu vientre surge, de tus
entrañas: un cuerpo crucificado.
Como otra mitad (reflejo y estructura).
Vestigio de esa gramática escondida en el desorden.
Arquitectura y deseo.

La arena
en su danza eterna y olvidada no engendra sino cadáveres.
Figuras de ceniza que recorren
cicatrices en el cielo y en la piedra. Presagios.
Universos que se pierden entre los dedos para alcanzar el centro de tu pubis.

Despertarnos; quemarnos los ojos y las heridas.
Penetrar los cuerpos. Hollar sus abismos.
Ciegos de rabia, destrozar
alas y cuerpos quemados . Flores secas, imágenes de ángeles y demonios.
Susurrar números infinitamente.
Sabernos sólo rastros, símbolos en la arena, fisuras en la oscuridad.
Sumergirnos en esa angustia de la nada,
cerrar los ojos en ese vórtice que lo absorbe todo.

La  piel es pergamino y flor
de cerezo. Es escritura. Es grieta, urgente y depredadora,
espiral que canibaliza nuestros sueños.
Es oscuridad, espacio no nato,
lienzo donde símbolos y cicatrices cubren
nuestros cuerpos. Donde el deseo reescribe
las injurias y la cópula
en una constelación infinita e indescifrable.
Es membrana, laberinto,
pérdida y materia. Cartografía de la agonía y la percepción.
Es Mapa. Imagen callada y desnuda.