‘Ni el libro ni
la arena tienen ni principio ni fin.’
- Jorge Luis Borges
Percibir la
piedra como una herida
abierta, como una
obscenidad. Tiempo enquistado.
Fantasma acusador
de todo y de nada, testigo
mudo siempre presente,
escrutando
con su rasgada
percepción de pájaro inmóvil.
Subterráneo e impenetrable. Anidando. El deseo
describe una métrica
más allá de la carne. Un cuerpo
de vértigos, un
abismo
desangrado de huesos que se parten sobre la roca.
Nostalgia y Anatomía:
Melancólico caos.
Deseamos cuerpos (vaciados,
densos,
invadidos).
Un deseo que
construimos sobre la imperfección, sobre el recuerdo.
Pero lo físico se
impone en cavidades y abismos,
en el infinito
aliento del tiempo desde el mismo corazón de la oscuridad.
En la lluvia y la
memoria escribiendo
retazos de un
sexo fraccionado, en vulvas que florecen, en toros sacrificados,
en criaturas en
llamas (vientres de una ternura desgarrada).
Y en la memoria que
se perpetúa: copula y espejo.
Realidad, ramera y
virgen.
Entrégate a mi
hambre, a mi adicción, a la náusea
espiral de mi instinto,
feroz y ciego; a mi carne corrompida y oxidada.
Entrégate. Muestra
tus huellas, tus reliquias. Deja
emerger tu diseño
mineral y silencioso.
-
Ángel
María García Martiartu
No hay comentarios:
Publicar un comentario