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viernes, 30 de enero de 2015

Lienzo, quimera y tiempo

De tu vientre surge, de tus
entrañas: un cuerpo crucificado.
Como otra mitad (reflejo y estructura).
Vestigio de esa gramática escondida en el desorden.
Arquitectura y deseo.

La arena
en su danza eterna y olvidada no engendra sino cadáveres.
Figuras de ceniza que recorren
cicatrices en el cielo y en la piedra. Presagios.
Universos que se pierden entre los dedos para alcanzar el centro de tu pubis.

Despertarnos; quemarnos los ojos y las heridas.
Penetrar los cuerpos. Hollar sus abismos.
Ciegos de rabia, destrozar
alas y cuerpos quemados . Flores secas, imágenes de ángeles y demonios.
Susurrar números infinitamente.
Sabernos sólo rastros, símbolos en la arena, fisuras en la oscuridad.
Sumergirnos en esa angustia de la nada,
cerrar los ojos en ese vórtice que lo absorbe todo.

La  piel es pergamino y flor
de cerezo. Es escritura. Es grieta, urgente y depredadora,
espiral que canibaliza nuestros sueños.
Es oscuridad, espacio no nato,
lienzo donde símbolos y cicatrices cubren
nuestros cuerpos. Donde el deseo reescribe
las injurias y la cópula
en una constelación infinita e indescifrable.
Es membrana, laberinto,
pérdida y materia. Cartografía de la agonía y la percepción.
Es Mapa. Imagen callada y desnuda.

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